Edgardo Román Gilabert: la voz del básquet, del aula y de Vélez

 Por Chiara Campilongo

“La voz del básquet” como lo recuerdan los amantes del deporte, caracterizó sus relatos con el tono de enfático que le ponía a cada uno de ellos, los que te hacían creer estar viendo ese partido. Sin embargo, lo que más llamaba la atención cuando se lo escuchaba era su particularidad al exclamar “¡Dople!”.

Edgardo Román Gilabert nació el 26 de diciembre de 1934 en Liniers, donde vivió toda su vida y lugar al que le tomó un amor incondicional. Tal es así que llevaba a cabo todos los domingos por la mañana un programa radial dedicado al barrio, sin recibir nada a cambio. Él mismo vendía los avisos. Se le entregó un premio como vecino ilustre en un festejo organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en ese mismo distrito.

Era hincha fanático de Vélez, donde jugó al fútbol, básquet y relató varias campañas del Fortín. Incluso, presenció el campeonato de 1968, primer título en la historia del club. Creó junto a Osvaldo Rao la revista “El Fortín de Vélez” la cual se mantiene vigente y es editada por los hijos de su compañero.

Además, en el club de sus amores, conoció a su esposa, Mirtha Susana Díaz, su fiel compañera y con quién compartió casi toda su vida. Tuvieron dos hijos: Adrián Edgardo y Marcela Susana. Pero si hablamos de su familia es imposible no nombrar a su padre, Antonio Gilabert, uno de los precursores del barrio de Liniers, quien se ocupaba de que la gente pudiera vivir un poco mejor.

“Gila”, como le decían quienes lo querían mucho, era un amante de sus profesiones: el periodismo y la docencia, por lo que llevó la idea a Vélez de abrir una escuela de Periodismo Deportivo. En ese momento no se pudo lograr, pero sí se formalizó la propuesta. Una década más tarde se inauguró y hoy sigue funcionando. Fue un excelente docente. Dejó una huella enorme en todos, tan marcada que está en pie la idea de bautizar un aula del Instituto Crónica, lugar donde dio clases hasta que falleció, con su nombre.

Una persona muy formada, divertida, simpática, agradable, carismática, que le gustaba ayudar, sobre todo a aquellas personas que estaban comenzando a transitar el mundo del periodismo, y “con un corazón enorme”. Así lo describe todas las personas que tuvieron lo oportunidad de conocerlo. Lamentablemente falleció a los 82 años por cáncer de pulmón. Hoy en día es recordado con mucho afecto por todo el pueblo velezano y sus colegas periodistas. ¡Grande, Gila! ¡’Dople’ abrazo… donde quiera que estés!


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